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Cine mexicano: No nos moverán

El periodista español David Sánchez nos comparte un artículo sobre el largometraje mexicano No nos moverán de Pierre Saint-Martin Castellanos.

Pierre Saint-Martin Castellanos emerge en la escena cinematográfica mexicana con su debut en largometraje, No nos moverán, fusionando elementos de arte y ensayo con un toque comercial. En un contexto en el que brillan nombres como Alonso Ruizpalacios o Luis Estrada, conocidos por su habilidad para infundir humor en relatos dramáticos, Saint-Martin Castellanos se une a este grupo de directores que equilibran lo comercial con lo artístico, sumándose a una corriente representada también este año por películas como Radical, de Christopher Zalla.

El contexto histórico del 2 de octubre de 1968 en México se convierte en el eje central que impulsa la trama del filme hacia un territorio emocionalmente cargado y políticamente relevante. Ese día ocurrió la masacre de Tlatelolco, donde las fuerzas gubernamentales reprimieron violentamente una manifestación estudiantil en la plaza de las Tres Culturas, en la Ciudad de México. Hubo más de 300 muertos. Este trágico evento se convirtió en un símbolo de la lucha por la democracia y los derechos humanos en México.

La película explora las secuelas de este trágico evento, y muestra cómo la matanza de estudiantes en la plaza de las Tres Culturas sigue resonando en la vida de los personajes décadas después.

Socorro, la protagonista de 67 años, busca justicia por la muerte de su hermano a manos de un militar durante aquel fatídico día. Su búsqueda de venganza se convierte en un acto de resistencia contra un sistema corrupto y opresivo, encarnando el espíritu de lucha de una generación marcada por la violencia estatal.

A través de la narrativa del filme, el director nos invita a reflexionar sobre las consecuencias duraderas de la represión política y la lucha por los derechos humanos en México. La película pone de relieve la persistencia del trauma colectivo y la búsqueda incansable de verdad y justicia, temas que siguen siendo urgentes y relevantes en la sociedad contemporánea. La obra logra un equilibrio único entre el peso de la historia y la ligereza del humor, lo que crea una experiencia cinematográfica que es a la vez conmovedora y entretenida.

La elección del blanco y negro como lenguaje visual cautiva al espectador con su ingenio. El contraste entre los tonos oscuros y claros adquiere una relevancia significativa en la trama, destacando la interpretación metafórica del pan quemado, que se convierte en un símbolo de amor y sacrificio malinterpretado por la protagonista.

La obra consolida a Saint-Martin Castellanos como una voz innovadora en el panorama del cine mexicano, capaz de ofrecer una propuesta fresca, con humor gracias a la colaboración de su coguionista, Iker Compeán Leroux, y estimulante que no solo entretiene, sino que también invita a la reflexión sobre la naturaleza humana y su capacidad para encontrar la luz incluso en los momentos más oscuros.

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